lunes, 29 de febrero de 2016

8 días.

Hoy no me levanté con el pie derecho, será que últimamente atraso la alarma media hora para poder seguir soñando contigo y en el momento que dejo la cama para empezar con la rutina, todo empieza a ser un caos de prisas y cosas que salen mal.

Me maquillo deprisa para darle un poco de luz a mi cara, estreno alguna pieza de ropa (que eso siempre alegra) y me voy a clase, como cada día para empezar, con la alegría que se pueda, la rutina. ¿Por qué será que no sales ni un segundo de mi mente? Ah si, porque ya van ocho día sin verte reír.

Oír tu voz, a cualquier hora del día es una alegría inmensa para mi o cualquier mensaje con una declaración de amor, pero no hay nada que se compare con mirarnos a los ojos, frente a frente durante unos largos minutos, sin hablar... Me encanta ese momento, siempre me encantó desde el primer día que lo hicimos, esa cara que pones como si estuvieras leyendo mis pensamientos y lo consigues y después, nos echamos a reír a carcajadas, porque te he hecho una mueca de esas que tanta gracia te hacen.

Cada noche, aunque sea la más cálida del invierno es una noche helada si no eres tu el que me abriga con tus brazos. Despierto con un dolor de cuello horrible y llego a la conclusión de que la almohada más cómoda es tu pecho, y cuando te doy la espalda, tus brazos. No hay mejor despertar que a tu lado, en nuestro hogar, las pesadillas no existen pero las horas pasan demasiado rápidas, ojalá lo hiciesen así cuando estoy sin ti.

Y los momentos mas divertidos ocurren a tu lado, cuando reímos sin parar, nos miramos, bailamos o me oyes cantar a gritos porque creo que soy Beyoncé en la Super Bowl. Y con cada discusión, una reconciliación inmediata, en la que reconocemos nuestros errores y nos perdonamos con un beso, sin que haga falta nada más que eso.

La distancia, el tiempo y mi mente, en alguna ocasión me juegan malas pasadas y me hacen notarte extraño, distante, menos mal que ahí estás tu para espantar todos esos demonios con un "te quiero" oportuno.

Ahora, solo me queda esperar a que pase esta semana con maniobras incluidas y así me paso los días, pensando en que pasen rápido para que te reúnas conmigo de nuevo y  me beses intensamente, de esa manera que solo tu conoces para que no haga falta más que un beso para unirnos en una sola persona de nuevo.



jueves, 25 de febrero de 2016

La mujer de hierro.

Hace algunos meses  decidí hacerme fuerte, me puse la armadura y salí a la batalla, victoriosa, valiente... ¡Qué equivocada estaba! Será que soy una romántica que vive enamorada del amor cortés que narran los juglares y de las batallas de caballeros medievales.

No me había dado cuenta que la armadura estaba oxidada, era la "Dama de la armadura rovellada*" y que en cada batalla que librara, cada golpe me iba calando más hondo, creía que perdía, en alguna ocasión me di por vencida, pero no me rendí, creí que era el momento de no utilizar armadura, así que decidí convertirme en hierro.

Si, yo misma me hice de hierro y libraba las batallas cuerpo a cuerpo con mis miedos y mis inseguridades, en algún momento parecía que su ausencia y la distancia, me iba a hacer flaquear y parecía que el terror de perderle me iba a vencer, pero no, me volvía a reponer y siempre salía airosa, tenía a mi príncipe esperando a verme vencer y me veía, ¡claro que lo hacía!.

Y después, en nuestros reencuentros, me decía: "Eres muy fuerte, eres una valiente". Claro, que lo mío me cuesta cada día... Nunca me entrené para esto, aunque si pude elegirlo, y no, no me voy a quejar de lo duro que es (aunque parezca que a veces lo haga). Me esfuerzo cada día, lucho contra mis peores enemigos, mis demonios, a veces los gano, otras me ganan ellos a mi, pero solo por momentos. A veces lucho esas batallas sola, otras me acompañan algunas de mis guerreras, pero jamás me rindo.

Intento dar la talla en todos y cada uno de los ámbitos de mi vida y de su vida, me mantengo firme aunque me tiemblen las piernas, doy consejos aunque para mi no tenga, y consuelo a quién lo necesite aunque esté loca porque me consuelen a mi y aunque se me escape alguna lágrima y me tiemble la voz, jamás me rindo.

Muchos me hablaron de lo devastadora que iba a ser la distancia y lo fulminante que era el paso del tiempo, pero nadie me habló la sensación que se tenía cuando las cosas salían bien... Poca gente me dijo que saldría bien. 
Pero salió bien, está saliendo bien y ya van cinco meses, y aunque pueda no parecer mucho tiempo, a mi se me hace eterna cada hora sin él.

Tampoco nadie me habló de lo increíble que es verle dormir ¡y qué decir de un beso cálido de sus labios! Eso tampoco nadie me lo dijo. Cada reencuentro, cada "te amo", cada pensamiento que se me escapa en el que está él y cada sonrisa que me dedica, tan tímida como el primer día, es mi alimento, mi energía que me da las fuerzas para librar cada batalla, más fuerte y más dura que la anterior.

No miento cuando le digo que le amo más que a mi misma, al igual cómo que sería capaz de cualquier cosa por él, él, mi compañero de mil batallas, él que trajo amor y felicidad a mi vida, trajo vida a mi vida.






*Es una novela que leí hace algunos años en lengua catalana cuyo título original es: "El caballer de la armadura rovellada".

domingo, 21 de febrero de 2016

Mi incondicional.

Cuando era pequeña, siempre soñé con un príncipe que me despertase con un beso del sueño más profundo, veinte años después me dí cuenta de que los sueños se hacen realidad, un príncipe me despertó de un sueño profundo con tan solo una mirada.

Desde ese momento, me di cuenta que no quería otros besos que no fueran los suyos, que mi salvador no era un príncipe, sino un héroe... Un héroe que viste de árido, que no lleva zapatos sino botas negras, que se le pegan las sábanas cada mañana y tiene los ojos hinchados por el cansancio del día a día.

Mi héroe me salvó de caer en el vacío más profundo el mismo día que lo conocí, me saca cada tarde del hastío de la rutina con una llamada, me quiso desde el primer momento en el que me conoció y me ama, incondicionalmente, a pesar de mis demonios, que son muchos.

Esos demonios que intento enterrar y que a veces salen, imparables, en forma de ataques de ira o de tristeza y él, mi héroe, mi salvador, los espanta con un abrazo y un beso.
Cuando ni yo misma me quiero, ni me soporto, más me demuestra que el estará siempre a mi lado y me recuerda: "Tú me das las fuerzas", cuando me miro en el espejo y me veo horrible, con los ojos inundados de lágrimas, hinchados de tanto llorar, él me dice: "Estás preciosa" y cuando no encuentro consuelo, me pide con lágrimas en los ojos: "Por favor, no llores más".
Cuando creo que en mi corazón ya no cabe mas ponzoña, me lo recuerda: "Eres la mejor persona que he conocido nunca" y me dice: "Yo estaré siempre a tu lado, en eso consiste el amor, ¿verdad? En apoyarse siempre, en las buenas y en las malas, siempre juntos".

Cuando soñaba con alguien que me amase así nunca creí que pudiera ser posible, ni muchísimo menos que pudiera ser para mi.


Mi mayor recompensa es tenerte a mi lado, así, tal cual eres tú, que me digas que formaremos una familia, que seremos padres y que quieres convertirme en tu mujer, después yo te pregunto: "¿A pesar de todo?" y tu te reafirmas: "A pesar de todo", es cuando me doy cuenta que lo único que me hace feliz es verte feliz, que no me arrepiento ni un solo día de mi vida en haberte conocido, elegirte y decidir que seas mi hombre, para el resto de mis días, mi marido y el padre de mis hijos, que sacrificaría todo por ti, entregaría mi vida entera al diablo por ti a cambio de que fueras feliz siempre, sin condiciones.

, que me has hecho mejor persona, me has enseñado lo que es el amor, me has enseñado a amar, me has amado. Tú, que ningún hombre se compara a ti, te prometo trabajar cada día para mejorar, para hacerte feliz y nunca separarme de ti, superar todos los obstáculos que nos deparará el camino y nunca dejarte ir.

Dios nos hizo para estar juntos, nosotros que creemos que el destino está escrito, sabemos que nacimos para ser el uno para el otro, para hacernos felices y para complementarnos a la perfección, inseparables, siempre juntos.

martes, 16 de febrero de 2016

48 horas.

Mi amor...

Sé que había prometido que no escribiría más entradas tristes, pero no estoy triste, y no, no te miento. Te echo de menos, ya sé que no es nada nuevo, pero llevo dos días sin hablar contigo, sin escuchar tu voz de duendecillo contándome anécdotas del día con la ilusión con la que lo haces y diciéndonos "te quiero" en voz bajita para que nadie nos escuche.

Llevo dos días haciéndome la fuerte, actitud que empieza a ser costumbre en mi desde que te fuiste... No me permito caer ni un segundo, no pierdo la sonrisa ni la fuerza y tampoco me falta el sueño, aunque reconozco que salto de la cama cuando suena la alarma a las 7:00 a.m para ver si me hablaste en la noche y no te escuché, pero no, no lo hiciste.

Lo que peor que llevo es tener que responder a preguntas  cómo: "¿Crees que estará bien?" Y tener que contesta: "Por supuesto que sí" cuándo ni yo misma lo sé, reconozco que la confianza depositada en mi, en ocasiones me viene grande y me siento asustada.

Asustada como una niña de 3 años que está deseando refugiarse en los brazos de su mayor pilar... Estoy deseando refugiarme en tus brazos,  mi vida, sentirme protegida una vez más, cómo cada noche que pasamos juntos, cómo cada tarde en el sofá... Y sé que no estoy sola, de hecho no me siento así, pero no soporto la sensación de no escuchar tu voz.

Mientras tanto tengo que seguir esperando un mensaje que no sé cuándo llegará, levantándome de un salto, asustada por no saber si te veré el fin de semana o te quedarás a descansar y aún así, sin perder la esperanza de que todo este mal trago, al final vale la pena.
Porque los besos de nuestro reencuentro saben mejor que todo el chocolate del mundo.

lunes, 15 de febrero de 2016

Malditos lunes.

Hoy empieza una semana un poco difícil en la que afronto las primeras maniobras de mi chico. Hoy me he levantado echándole mucho de menos, parece que no me acostumbro a despertarme sin él, sin sentir su calor y escuchar sus ronquidos.

Pero a su vez, aunque la preocupación me embarga por el frío y el sueño que va a pasar, estoy muy contenta por él porque está súper ilusionado con esta etapa. Esta es una manera más de poner a prueba sus capacidades y su preparación, además de superarse a sí mismo como siempre hace. Es inevitable no sentirme cada vez más orgullosa de el.

Espero que estos días sin comunicación (o escasa) no se me hagan demasiado duros, intentaré guardarme todas mis aventuras para contártelas cuando te vea aunque reconozco que voy a echar mucho de menos enrollarme al teléfono con mis tonterías y cuando tu me escuchas pacientemente.

Ya ha empezado la cuenta atrás para volver a verte y que me vuelvas a envolver con tus brazos en la cama sin que nada más haga falta.