jueves, 9 de junio de 2016

Ave fénix.

A mi media naranja le quiero decir que la amo, por encima de cada adversidad.

A mi compañero de viaje quiero decirle que le estoy esperando, que cuento las horas para volvernos a ver y le pido que no se olvide de mi, que me respete y me cuide en la distancia, que aguante las tormentas que han pasado y las que están por venir, que nunca desfallezca, que se mantenga siempre firme y sea siempre mi hombro en el que llorar y también el pecho en el que resguardarme de todos los monstruos del mundo.

A mi torpe y terca mitad, quiero pedirle que no deje de iluminarme el camino, que no abandone la cochina costumbre de sacarme de quicio, de dejarlo todo para última hora, a mi ciber novio, mi novio telefónico,  que nunca deje de reírse al otro lado del teléfono. A mi novio presencial, que no deje de besarme en cada reencuentro como lo hace, que tampoco deje de sonreír de lado mientras me mira de reojo ni que nunca permita que sus ojos dejen de reír cuando su boca lucha para no hacerlo.

Al que comparte conmigo toda la mala suerte del mundo, mi astro aliado encargado que convertir las adversidades en obstáculos superados por los dos, el que convierte las conversaciones de las madrugadas de verano en un diálogo filosófico, el que se ha encargado de que no seamos una pareja, sino un equipo, que no seamos dos, sino uno.

A mi eterno hombre paciente que me quiso cuando ni yo misma lo hice,  que me entendió y me aguantó cuando yo no lo hacia, al que sigue espantando mis demonios y ha sabido ver en mi la esencia que pocos pudieron ver, en ocasiones, ni yo la veía.

Cuando necesité encontrarme a mi misma, ahí estuvo, cuando le pedí tiempo para adaptarme, me lo dio, cuando le pedí compresión y amor, me lo otorgó, cuando le dije que nunca se separara de mi y nunca dejara de amarme, no lo hizo.

A veces, necesitamos tiempo para encontrarnos, desconectarnos del mundo (aunque sea por unos minutos) para poder pensar, necesitamos hacer un alto en nuestras vidas para recuperar fuerzas y poder continuar, pero si algo me han enseñado estos meses, especialmente, estas semanas es que lo que no te mata te hace más fuerte, que toda el agua finalmente, vuelve a su cauce y que, una vez más, no hay nada que el amor no supere.

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